Me llamo Rodrigo y tengo 24 años. Cuando tenía 16, conocí al que pensé era el amor de mi vida en la prepa. Su nombre era Lucía y era la niña más linda que había visto nunca.
Tardé unos meses en animarme a hablarle y en cierto modo a hacer que se interesara en mí. Pero cuando lo hice algo me decía que era la indicada y que no debía tener miedo. Sin embargo a ella le tomó más tiempo confiar en mí, o por lo menos en aceptar mis sentimientos, pero finalmente lo hizo y yo estaba muy contento de estar junto a ella.
Una vez, luego de ahorrar de mi mesada la llevé a comer unos tacos, pero para mi sorpresa ella solo estaba interesada en las tortillas de frijoles.
Como era mi princesa, me encargué de darle todo lo que quería, ese día comió tanto que tuve miedo de no poder pagar todo, aunque a decir verdad hubiera empeñado el alma con tal de verla feliz.
En fin, ese día terminó y es uno de los recuerdos más bonitos que tengo de ella. Por que las cosas fueron cambiando, por ejemplo su padre murió en un accidente de tránsito, dejándola a ella y a sus hermanos sin saber qué hacer.
Por supuesto yo estaba con ella apoyándola, pero tampoco es mucho lo que yo pudiera hacer. Ella comenzó a distanciarse, no contestaba mis mensajes o mis llamadas y cuando iba a verla nunca salía.
Sus hermanos menores me decían que estaba muy triste para salir, lo cual me preocupaba aún más, y hacia que mi desespero por contactarla aumentara. Llegué incluso a escribirle a su madre, si, a su mamá que pasaba un duelo terrible la molesté con el hecho de que su hija no contestaba mis mensajes.
Ahora que lo pienso esa no fue una buena decisión, pero en el momento no pensé que tan inoportunas eran mis acciones, en fin, eso solo consiguió que Lucy terminara conmigo por medio de un mensaje.
Por supuesto no lo acepté y comencé a matarme la cabeza pensando en una forma para recuperar su cariño; así fue como recordé lo mucho que le gustaban las tortillas de frijoles así que le hice al menos dos docenas para que me perdonara.
Yo estaba convencido de que ese detalle haría que volviese conmigo. Tomé el metro hacia su casa, pensando en lo contenta que ella se pondría, en que volveríamos a estar juntos, y en que le pediría perdón a su madre por el mensaje.
En mi cabeza no había alguna falla en mi plan pero no contaba con que en la estación de bellas artes viera a Lucy subirse al mismo vagón que yo con otro vato.
Sobra decir que se me rompió el corazón, miré las dos cajas que tenía en las manos y no pude evitar preguntarme ¿y ahora que hago con estas pinches tortillas? Como todavía era muy chico, mis emociones me controlaron y fui directo hacía ellos. Antes de que las puertas se cerraran le tiré las cajas en la cara al vato que estaba con mi ex chica y salí corriendo.
Sobra decir que aquello fue muy infantil, pero en el momento fue todo lo que pude hacer por el rechazo que sentía que Lucia me había hecho. De todas formas, como íbamos a la misma prepa el resto del año fue muy incómodo, más cuando ella se encargó de contarle a todos lo que había pasado en el metro.
Aunque algunos estaban de mi lado, quedé rebautizado como el loco de las tortillas de frijoles hasta mi último día. Ahora recuerdo la historia con gracia, aunque antes me dolía. Pero la verdad es que el tiempo cura las heridas y ahora, al ver una tortilla de frijoles me rio recordando mi primer amor.
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